martes, 14 de agosto de 2012


NOTA PREVIA, ADVERTENCIA, RECOMENDACIÓN, PETICIÓN Y CONTACTO




NOTA PREVIA
 
RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS

© Emilio Rodríguez González

Parquelagos. La Navata. Julio 2012

Retrato del autor: Luis López Elizondo

Edita: TYVE Technologies, S.L.

Depósito legal: M26917-2012

ISBN: 978-84-7631-037-3

Impreso en Fragma.es

Impreso en España


ADVERTENCIA
 
La obra original ha sido maquetada nuevamente para facilitar su publicación electrónica en un blog del Poeta Emilio Rodríguez,  ha cambiado el número de páginas y el Índice y ha desaparecido la contraportada.

RECOMENDACIÓN

Dado que la edición original está agotada, el autor autoriza a sus lectores a reproducir esta obra para uso personal, con el ruego de que se cite su procedencia.

PETICIÓN

Si algún lector quedase especialmente complacido con la lectura de TIEMPO PARA LOS OJOS, puede manifestar su satisfacción entregando un pequeño donativo a cualquier organización dedicada a mejorar las condiciones de vida de los habitantes de este mundo.
 
CONTACTO

Los lectores que deseen ponerse en contacto con el autor de este libro pueden hacerlo escribiendo a su dirección electrónica poetaemiliorodriguez@gmail.com

ÍNDICE


PRÓLOGO





TIEMPO PARA LOS OJOS
O la luz y el tiempo en pugna



Cuando Emilio puso este breve poemario ante mis ojos sentí que se me desnudaban el alma y los pinceles y los gestos de colores que aminoran el miedo y lo acompasan a la rutina invulnerable de los días…

Súbitamente un yo más secreto, ese que espía mis sueños y luego los arrincona indescifrados, se despertó voraz en una especie de autopsia emocional, cirujano, taumaturgo, encantador de ausencias, mientras se estremecían los calendarios de todas las nostalgias, y me crujían los versos por la sangre, precipitándose como en los deshielos de las tierras altas.

Luego me puse a releerlo más despacio y fui descubriendo en este tiempo para los ojos un viaje por la luz y por el tiempo mismo, el tiempo que en la luz parece consagrar – falazmente - su permanencia, en tanto que nos perfila las heridas y las ojeras.


Es este un tiempo para mirar y para mirarse “en la tristeza antigua” a la que Emilio nos tiene tan acostumbrados, se anuncia con “dolor en las palabras y en los gestos”, para dejarnos al final de nuevo anunciados y grávidos, cada cual ensimismado, en el “silencio que crepita y se despeña”.

El tiempo para los ojos se crece sobre abismos de luz siempre incumplidos, pero nunca desertados, un tiempo azul y vertical que se levanta y se trasciende pertinaz en cada verso y como tal se declara, “parto de la luz para este viaje por encima del tiempo”.

La excursión por la luz, la incursión por el tiempo estilizan las palabras y tensan los horizontes del paisaje, como en otros poemarios de Parquelagos. Es la luz que el pintor (Velázquez) ha fijado aquí, donde el poeta venido del Norte recala, la luz de este paisaje, este, ahora, no el de entonces, paisaje eternizado en el cuadro y recurrente en su contemplación…

Como en otro tiempo la absorta luz de las ciudades de Fra Angélico, hoy los horizontes líquidos, versos de pincel más que de pluma, se incendian sobre el ocaso de Madrid, y el poeta desterrado se lamenta “con cuanta lentitud navega el tiempo por un cielo de rocas a poniente”.
Porque el tiempo para los ojos es también un tiempo de agonía, la luz y el tiempo en pugna, “juntos en la batalla y en la fuga”, el poeta y el pintor acosados “por un viento de puñales”, “un viento más intenso que las dudas”, para rendirse y aplacarse al fin, en esa hierofanía que alumbra el centro del poemario:

“El tiempo es una zarza
y su perímetro
la adapta a nuestra talla”

Paisaje interior en el que cada cual se mira y se mide según la hondura de sus ansias: allí el poeta, casi transfigurado, ha comprendido que la carne es un estado de incandescencia y se descalza y se entrega – como otro Moisés - a la contemplación más ardiente.


Mª Sagrario Rollán
Junio 2012











ANUNCIO





Dolor en las palabras,
en los gestos
de un tiempo
que se agota.
Carteles de ceniza
nos reflejan
el lado más oscuro
de un otoño
iniciando
sus señales.

ESCORZO





Y la tristeza antigua
de tus ojos
me trae a los senderos
donde llueve,
y se diluye el tiempo
en hojarasca.

S.O.S.





Recorro tus contornos
de vasija que llora,
y me quedo
en el borde
de tu mutante labio.
Encima de las olas
escribo este paisaje.

ACOTACIÓN





Entrada de la noche.
Iniciación del tiempo
en ajimeces.
Estación de los tránsitos.
La calma está sembrada
en la besana
de los ojos.

INSTANCIA





Días de la palabra,
horas del llanto.
Un calendario anuncia
las heridas
que el paso de la sangre
va marcando.
Banquete de amapolas,
compartido
con la silente sombra
de la ausencia.

RISCO





De cuánta soledad
se nutre el cielo.
Montaña construida
con silencios
es esta quieta atmósfera
del pánico.

CONJUNTOS





El fuego y la ternura,
o esta mano
que late
por dentro de la piel
del calendario.
Las horas apiladas
nos vigilan.

TRAYECTO





Y parto de la luz
para este viaje
por encima del tiempo,
por encima
del llanto
y las praderas
del invierno.
Dentro del corazón
suenan rosales.

CARPERE DIEM



(Para Laura Drake)

Enséñame la rosa.
Instrúyeme en el mar
de tanta ausencia.
Persigo por los montes
la alegría.
Las calles se me arrugan.
Enséñame a mirar
desde otras luces.

TRANSICIÓN





Dinámica del sueño
que se anega.
La nube caminaba
entre las mesas,
por dentro de los vasos,
por el techo.
Dinámica del líquido
incendiado.

PROYECTO





Entrar en el poniente
y recorrer despacio
las móviles
arcadas,
las falsas galerías
por donde el tiempo
huye.
Entrar en el recinto
donde crecen
y se agotan
nuestros años.

CLIMAS





Un viento como el mar,
una nostalgia
que fluye de las venas,
que se enreda
por todas las columnas
de tu sangre.
Un viento más intenso
que las dudas.

MUTACIÓN





Palomas que trasladan
mi cansancio.
El monte llora nubes
y derrama
un fuego de colores.
Pentagrama de pájaros
rayando
un cielo de ceniza.

OTOÑO – I





Los árboles entonan
este canto
plagado de suspiros
y de ocasos.
Graznido de ave lúgubre
que arropa
con su propio sonido
tantos sueños.

OCASO





Con cuánta lentitud
navega el tiempo
por un cielo de rocas
a poniente.
Con qué furioso incendio
certifica
que todo permanece
sin el ojo.

CORTINA





El pájaro atraviesa
este mural
de lluvia,
y me describe
la búsqueda incesante
de otros climas.
Corazón en cadenas,
tan viajero.

VÁNITAS





Si barcarola triste
del orvallo,
trasladando diciembres
y siluetas.
Ulular del silencio.
La niebla descoloca
el roquedal enhiesto
de las sienes.

VARIACIÓN





El mar en este pecho
se desata.
En este libro crecen
los peñascos.
La tarde se atrinchera
en unos ojos.
Así cabalgan días
de ceniza.

VEDUTTA





Un líquido horizonte
certifica
promesas que la luz
inicia siempre,
buscando dilación
a sus regresos.
Un ángel de cartón
tiende sus alas
por encima del límite
del sueño.

OTOÑO – II





Como la luz que grita
desde el sueño,
recorre nuestra piel
una promesa
de rebasar el borde
del incendio.

CONJUNCIÓN





El mar en la palabra,
el seno móvil
de su implacable sed.
Todos los argumentos
están dentro
del gesto que perfila
los silencios.

PANTALLA




Asombro ante el cadáver
de la luz.
Terreno de cultivo,
o la memoria
haciendo su balance
de pisadas.
Armario donde duermen
los espasmos.

PALABRA




Sonido que deslinda,
que avizora.
Y toda dimensión está
incluida
en este contumaz
y leve soplo,
o duende constructor
de los incendios.

CONTORNOS





Parábola de luz,
de leve acanto.
Los años descendiendo
el precipicio azul
de la mirada.
La carne es un estado.
Incandescencia
lloviendo más allá
de los sonidos.
Parábola del tiempo
que se anega.

LUGAR COMÚN





Ciudad donde germina
la tristeza.
Balcones acerados.
Nieva fuego
y se retuercen
árboles y mendigos.
Ciudad donde las piedras
tienen ojos.
¿Cuántos lugares se llaman
desde ahora
con tu nombre?

PATRIMONIO





Lo que se va quedando
detrás de la curva
de mis sueños.
Nuestros pequeños huertos,
parcelas de musgo
y alabastro.
Cultivos, rosaledas
y parterres,
dejados como lastre
de una huida.

PALIMSESTO





Allí donde nos crecen
las estatuas.
Ciudad amanerada,
cuidadora
de calcos y oriflamas,
de banderas
meciendo la ceniza.
Allí donde terrazas
no tienen veladores
sino rocas
de naufragio.

PAISAJE INTERIOR





Hogueras por la piel.
Incendios escondidos
para marcar las horas.
El tiempo es una zarza
y su perímetro
se adapta a nuestra talla.
Llamarada de rocas
cronometrando nubes.

EVOCACIÓN





Morir en una plaza
donde la noche escribe.
Donde pisadas mienten
los días ateridos.
Morir para quedarse
donde la piedra
grita.

UBI SUNT?




Así te quiero ver,
ruina de entonces,
con todos los mimbrales
abrasados.
Confieso que he perdido
zapatos y consignas.
Juntos en la batalla
y en la fuga.
Así te quiero ver,
ciudad silente,
memoria cimentada
sobre nombres.